lunes, 19 de septiembre de 2011

sinonimusanonimus


ese miedo, me persigue
ya no tengo pretextos
atesoro mis manos fracturadas
de piel armada con cal

vil miedo me persigue
estoy acorralado
me vesti de avestruz
pero seguía sonriendome ahí

unirme es tan tentativo
como pellizcar un mal grano,
veo mi lujuria en sus maneras
pero no hay nada para mi ahí

siento su poder sobre mi
que habil parasito;
poco a poco se gesta
fecundando mis desechos

es un niño y carga con mi ceño
se merece gran bienvenida
se merece pastel y payaso
que rápido crece con los días

sin miedo, el miedo se me arrima
me da la mano y me mima
juntos nos bañamos en la tina
cantando esta sabrosa rima
((que sabrosa rima??))


jueves, 15 de septiembre de 2011

Limon con Sal


En la tarde de lo que alguna vez fue hoy me acosté a leer un libro. Mientras leía mi mente comenzó a girar y revolotear; deje de pensar en las letras que me pasaban sin cuidado por en frente. Llego, como llegan a veces, un instante donde mis ojos leían pero mis pensamientos divagaban. Alguna palabra, que no recuerdo, se filtro en las cavidades de mi cerebro buscando un recuerdo. Viajando lento esta palabrita hizo bien su trabajo y me transporto a un día que pensé no recordar. 

Ahora, dejando a un lado el libro, abrumado de la polvorienta evocación del pasado, cerré los ojos y me clave como medallista en aguas frías y, casi, ajenas. Si no me dejo llevar por mi cabalgante imaginación, era un día de esos cargados de suspenso por que sabes que en cualquier momento puede comenzar a llover. Tipica tarde de domingo quiteño , nada nuevo ahí. El cielo estaba teñido de un color plata. Yo debo de haber tenido unos ocho o nueve anos, no mas. Era el final del siglo pero a mi no me importaba eso. Vivia con mis padres que recién habían tenido una hija a la cual le dedicaban especial atención, por que desde muy pequeña mostró un carácter fuerte y sin freno. No quiero, con esto, implicar que la falta de atención que mis padres me dieron cuando mi hermana nació causo algún tipo de daño o trauma en mi; desde esa inquieta edad yo sabia que los cariños de "bebe" que mi madre me daba ya habían pasado de moda. Yo ya era grande y mi hermana era todavía, tan solo, una bebe de temple violenta. Pero por mi mejor!, así mis papas se preocupaban de ella y yo podía salir a  esconderme en las enredaderas o comenzar mi costumbre cleptómana. Este libertinaje infantil dio cabida a mi interés o curiosidad por el sexo y el misterio, que creo nunca cesara, sobre el emblema de la mujer. Como parte de las muchas nostalgias del hombre, esta historia danza al rededor de una mujer.

Estaba enfatizado con mi vecina, se llamaba Isabel. En esa época habían menos carros y mas bicicletas en la plazita de mi condominio. Habian mas risas y juegos. Yo era de los mas chiquitos, junto con unos tres o cuatro mas, salíamos a jugar después de comer y a comer después de jugar. También habían los niños grandes, que tenían entre catorce y quince anos. Uno de sonrisa jovial, su hermano, un totalitario maligno, e Isabel. El segundo era un carbón, no hay mejor palabra para describir lo que me hacia sentir en aquella época. Con toda la actitud de un matón y la risa burlona de una hiena aterrorizaba cual partido de fútbol jugase o hacia el camino desde la calle a la casa un desfiladero incomodo. Yo no era el único pero el hecho de ser el único barón entre los chiquillos, mi corta edad y mi actitud sonriente eran un blanco fácil para lo que recuerdo como un tirano malvado.

Limon con sal. Si había algo que todos teníamos en común era eso. Nuestro afán por comer limón con sal. Todavia me acuerdo de los saleros con tapa redonda de metal donde siempre se atascaban los granitos de sal y, mas aun, los limones grandotes y amarillisimos; llenos de jugo. Todos, chicos y grandes, nos reuniamos a reirnos de algo y a comer limon con sal. Como dije antes, era un dia que parecia domingo. Estabamos todos disfrutando de nuestro acido capricho, habia una manguera verde con la cual unos jugaban a mojarse. Era un jardin estrecho junto a la casa de Isabel. Ella disfrutaba mientras comia y yo comia mientras disfrutaba de verla. Me acuerdo de haberla visto con adoracion y sin un solo gramo de lujuria en mi cabeza, para aquel momento no sabia ni lo que era. Me gustaba, no se por que, ni si quiera la conocia; hablaba poco con ella y apenas sabia de que color eran sus ojos. Me acuerdo mas que nada que era buena y tierna. Supongo que era un amor chiquito para un nino que ya queria crecer. Para interrumpir nuestro bocadillo, llego este cabron. Llego se jacto un rato de alardear con sus contemporaneos y prosiguio a quitarme mi limon, con el unico proposito de tirarlo a la mugre de suelo que pisabamos. Ni siquiera me lo quito para comerselo! 

Estallo esa risa que me achico del todo. Obviamente, esa risa burlona tiene cualidades contagiosas y algunos rieron con el. Ese fue el primer momento (que me acuerde) donde me desconecte de mi alrededor completamente. Pase a ser un espectador; tal vez pasaron no mas de unos 10 segundos, pero para mi el tiempo se estiro con una banda elástica. Discerni todo mi alrededor. Vi a los demás niños riendose piadosamente, algunos ni se dieron cuenta. Vi la cara de mi abusador al frente y arriba mío; llevaba puesto una gorra blanca, una quijada pretensiosa y una expresión que, ahora, me produce asco. En mi mente no escuchaba nada, ahora que me acuerdo de esto me imagino en mi cabeza un feedback de interferencia guitarresca agobiante que dividió todos mis sentidos. Mi pequeño yo, me sentí tan lejos de todo lo que pasaba ahí, estaba pasmado por un sentido de impotencia terrible que no había sentido nunca hasta ese momento. Me acuerdo verla a Isabel, riendose levemente, en cuanto la regrese a ver ceso un poco. Me miro y yo la mire, y en ese momento entendí todo. Entendi que no me podía dejar ver la cara, no me podía dejar hacer el ridículo tan fácil por un pendejazo. Que tenia que pelear por mi propio honor y no dejar que me humillen así. Para mi instinto primario solo había una forma de reacción. Isabel ya vio en mis ojos lo que pretendía, ahora sabia que lo tenia que hacer. Voltee, mire bien adentro a uno de los ojos negros de la figura que me acechaba a la cara.

Me gustaría decir que le extendi un golpe que lo tumbo al piso, pero no. Lo que si, certeramente, le calce el mejor de mis puños en uno de sus flacos cachetes. En ese preciso momento, el tiempo que se esfumo por un rato volvió como una onda de choque. Nadie decía absolutamente nada. Las miradas estaban confundidas sin saber a donde mirar, puede que algunos hayan quedado boquiabiertos. Mis pies estaban a un par de nervios de salir corriendo. Tengo que darme un poco de crédito; un nino de casi diez años le trompeo a uno de quince. Me sentía tan bien, Isabel me miro horrorizada pero no me importo, en ese momento no muchas cosas pasaban por mi cabeza mas que un sentimiento de ganador enfrentando lo que podía ser una pronta derrota. 

No me fui. Me quede y seguí mirando a los ojos a ese granuja. Me agarro por el cuello y pude inferir que me iba a devolver el trompón. Esperando lo peor, vi en su rostro la realización de que por nuestra diferencia y condiciones de edad, estaba atado a un tipo de ética que me hacia invencible. Me soltó bruscamente, se rindió. Ya todos se disolvieron, todo estaba tan tenso que cada niño se fue a su casa a pasar lo que quedaba de la tarde. Yo me fui a la mía también, pero no sin antes ver el rastro de una sonrisa en la cara de Isabel que me hizo saber que hice lo que tenia que hacer, y a pesar de mi tamaño salí "ganando". Desde esa tarde mi atacante me dejo de fastidiar. Desde esa tarde me dejaron de deleitar los cabellos negros de Isabel. Desde esa tarde, creo, aprendí que uno tiene que defender lo que es suyo. De alguna forma esa tarde se fue borrando de mi memoria asequible pero, ahora que lo pienso, lo que paso fue algo que influyo bastante en mi forma de afrontar la vida. A veces esta lección de mi niñez queda opacada por la rapidez de la vida ahora en día, pero, gracias a esa pequeña palabrita adentro de una novela pude acordarme de todo esto y ya no creo que lo olvide tan fácil.

Nunca llovió esa tarde…