sábado, 21 de diciembre de 2013

Plexo



Apriétame. De la mano
Llévame a comer
Mi apetito es cero,
de cero al cien

Sientes la lluvia
empapándote.
Ya es suficiente,
tiene que dejar de llover

De cucharada en cucharada
no sirvo para nada
“Nada de eso
esto es un proceso”

Resbalo en una coma,
anoten la hora.
Y si no regreso es porque
lento es el descenso

A veces,
a veces
Ay Dios, cuantas veces

tengo que pasar por lo mismo
cada día

Aplacando el silencio
llegas en ese momento
para colgarme del cuello,
y sentir el destello

de todos mis nervios
dándose contra el suelo.
Recobro la vida
remojado en codeína

A veces
parece
que te desapareces,

y dejo de pensar en lo mismo
día a día

Buenos Aires

Septiembre 15, 2011
 San Telmo, Bs As, Argentina

Ya hace un año que vivo en Buenos Aires, estoy exiliado de mi madre patria por razones mayores a mi. Durante este periodo de mi vida, en el cual me a tocado alejarme de las comodidades del hogar, de el calor de los seres queridos y de las risas de mis amigos he tenido la realización maestra de que el mundo es terriblemente grande. Somos tanta gente la que vive en este planeta, con diferentes modos de vida, perspectivas, realidades y ocupaciones. No conozco muy bien (todavía) el planeta en el que vivo, lo he recorrido solo por imágenes y por las palabras de los viajeros con los que me he topado, aun así puedo decir que Buenos Aires, aunque se asimile a lo que son ciudades como Paris o Nueva York, es un lugar que se desprende de América Del Sur convirtiéndose en un ente propio.



Estos son mis sentimientos (estudiante, extranjero y a ratos nostálgico) sobre esta "meca" latinoamericana.

el Clima

Viniendo de un lugar neutral (en cuanto a clima) como Quito nunca me deja de sorprender el paso de las estaciones y su efecto en la gente. Yo lo he vivido de primera mano. El verano es un intenso periodo de calores constantes. Dejando a un lado la insoportable humedad en el aire, todos en la ciudad son un poquito mas abiertos y amables. La gente convierte a los parques en balnearios. La cerveza refrescante esta en mano de todos y se cambia el mate por el tereré. La amabilidad esta siempre a disponibilidad de todos, quizás por que todos están tan sofocados por el calor que no tienen fuerzas para ser antipáticos. Que extraordinario es mirar la eterna longitud del día en verano, es como si el sol no se quisiera ir. Pasados los meses de soles incesantes, la gente desempolva sus prendas cotidianas cuando las hojas de los grandes arboles de la avenida Santa Fe comienzan a teñirse de colores alegres. Por suerte la jovialidad del verano dura mucho adentro de las multitudes que invaden la ciudad día a día. Los niños disfrutan de jugar con las hojas muertas sobre la vereda. El otoño es la etapa mas vacilante de todas, hay una sensación de incertidumbre en el aire que ahonda en las personas. Se habla de los excesos de las vacaciones y de las expectativas del invierno. Los pocos pájaros que cantan donde cesa el trafico comienzan a desaparecer poco a poco y con ellos la felicidad en las calles. No digo que las personas se vuelvan afligidas o suicidas pero toda la camaradería del verano claramente va marchándose.


Hay un día, mas o menos hacia la ultima semana de abril donde el frío corta a través de la carne para imponerse en la medula. Así, de golpe, comienza el desolado invierno, la gente se refugia en sus departamentos por que salir a las calles de Buenos Aires en invierno es un martirio. Algunos caen en depresión, otros mantienen el animo peleando contra el clima y sus incomodidades. Es tan difícil salir de el núcleo cálido de la cama por las mañanas, que el acto en si se convierte en una responsabilidad más de todos los días. Aunque la gente trabaja y estudia seria mentira decir que en invierno los humanos, como mamíferos, no experimentamos una cuasi-hibernación. Los parques que abrazan Libertador duermen profundamente y el cementerio reluce los mármoles fríos de los mausoleos. Vestirse como en el verano seria un crimen; el que no usa chompa/saco esta claramente enfermo y el gorrito sobre la cabeza es básico para evitar una agobiante cefalea. Siempre hay rumor de que nevara pero nunca pasa y, tal vez, eso es lo mas deprimente de todo. El 21 de Septiembre oficialmente se acaba esta aflicción y la gente festeja la llegada de la primavera. Las caras en la gente parecen volver a su color normal y se emprende una misión por recuperar esa chispa perdida en el invierno. Uno se vuelve mas aventurero y la necesidad por volver a gozar del calor del sol estalla. Lugares como la Reserva Ecológica en Puerto Madero se vuelven templos en esta parte del año. Los abrigos se cambian por sacos que eventualmente se cambian por una simple camiseta. Las bicicletas comienzan a rodar una vez mas por la ciudad. El buen humor de la gente es un bichito contagioso mientras que la apatía del invierno termina suprimida en algún baúl mental, por lo menos hasta el próximo invierno. Si los muertos revivieran seria en primavera.

la Gente

Siempre me sorprende la gente acá, todos los días. Por la mañana saludo con respeto a alguien y no me regresa ni a ver y después en la noche mi taxista es un tipo de modales ejemplares. Pregunto a un policía cual es la parada del 59 mas cerca y me responde sin entusiasmo sin mirarme a los ojos pero poco después pregunto a un señor cualquiera en la calle y, por poco, me sube empujando al bus. La gente acá es muy diferente y la verdad no vale la pena tratar de encasillar a todos por que eso me llevaría una eternidad. Ya desde hace mucho que tengo problema con tratar de describir como es la gente acá; hay personas que me preguntan y no se bien que responder. Creo que lo que más resume a la gente, nativa de Buenos Aires (Capital Federal) es esta frase; me la dijo una noche un taxista trasnochado con el cual tuve una gran conversación….

"Todos los que nacimos en Buenos Aires somos hijos de Buenos Aires, por lo tanto, siendo Buenos Aires una ciudad puta, o al revés, somos todos de alguna puta manera hijos de puta. Por lo tanto siempre deseamos volver a estar con la puta madre que nos parió"
              - Julio Cesar Osswald

la Cultura

Que linda es la estancia en una ciudad donde el estado se siente obligado a dedicar una buena porción de su presupuesto al fomento de la cultura. Hay cosas gratuitas todo el tiempo; Música, teatro, danza, exhibiciones de arte y mucho más. Hay gente que piensa que porque las cosas son gratis, no van a estar buenas o van a ser mediocres, y si de alguna forma muy simplista puede que tengan razón pero por ejemplo el Festival de Jazz de Buenos Aires fueron como ocho días gratis y estuvo espectacular. Siempre que hay tiempo doy una vuelta por el Centro Cultural Recoleta donde hay exhibiciones diferentes todas las semanas, allí nunca falta la gente. Me da una sensación un poco vanguardista cuando estoy entre gente que no conozco tratando de apreciar el arte ajeno, es como si todos de verdad se interesaran por el detrás de las obras, todos se vuelven críticos de arte por un momento.



Con el "boom" migratorio que tuvo argentina a través del siglo XX la idea formativa de personas en Buenos Aires a pasado a ser una gran mescolanza de etnias y culturas. Todo aquel que tropieza con las flojas cerámicas de la calle va, poco a poco, dándose cuenta de cuanta historia hay en ellas. Italianos, españoles, franceses, bolivianos, colombianos (eso solo por decir poco) han ido dándole forma a la mentalidad argentina.

Imposible negar que acá la gente es ruidosa (y uno se convierte en tal); lo digo con la mínima intención de burla o critica, pero aquí la gente grita mucho. Los muchachos de clase media baja vociferan por la vía, no solo cuando hablan con sus amigos pero también cuando se les ocurre algún comentario "ingenioso". Pero, yo, la mayoría de veces no les entiendo ni les hago caso. Lo que de verdad me gusta de vivir aquí es que a uno no le da vergüenza de pedir ayuda o de acercarse a hablar con alguien. Aquí todos son nadie y eso forma la gran mecánica de como funcionan las ciudades grandes. Como nadie se conoce esto promueve a la gente a ser mas ocurrente y abierta. Por eso creo que hay la gran percepción de el argentino engreído, puede que no sea del todo mentira pero lo que si es que la altanería que tienen innata muchos acá es una gran herramienta para hacer amigos y conocer personas. Lo he visto ya, con varios pares de ojos, y me parece más que nada una virtud, a la larga digna de apreciar.

Recorriendo el centro de la ciudad por la noche, ahí por Paraguay y Suipacha, se pueden apreciar los ecos de lo que era, me imagino, Buenos Aires en la década de los cuarenta. Las marquesinas de los teatros siguen brillando con las misma luces en los costados de los edificios, muy hollywodesco. A los costados de las calles angostas se manifiestan bares, cafés y kioscos. Solo falta que la vestimenta de sombrero de copa, bastón y vestido se vuelvan a implementar para que estemos de vuelta en el pasado. Antes de venir yo pensaba que todo acá era así, muy de película digamos. Los cafés son templos donde la gente va a escapar un rato, a tener una buena conversación, a leer el diario. El arte y la cultura en esta ciudad, sin ser una excepción, nace en la calle.

la Calle

en la calle se nace
en la calle se vive la aventura
en la calle se gana uno la vida
en la calle no hay pupitres
en la calle se ríe
en la calle se conquista
en la calle se enamora

en la calle se grita
en la calle se emborracha uno
en la calle me conocen
en la calle soy tu
en la calle soy yo
en la calle no soy, eternamente, nadie

en la calle somos músicos
en la calle somos esclavos del juicio
en la calle ya somos dos
en la calle somos un cigarrillo
en la calle estamos perdidos
en la calle rezamos el fuego

en la calle se escapa del hogar
en la calle se trafican drogas
en la calle, hay mierda por todo lado
en la calle se calla
en la calle se pierde el respeto
en la calle se refugian los fantasmas

en la calle te hundes
en la calle ruedas
en la calle se tropieza
en la calle se corre
en la calle corre la voz
en la calle se desvanece el sol
en la calle, la calle que nunca acaba

en la calle se muere




el Aislamiento

De mi libro de teorías viene la siguiente; gracias a el aislamiento físico de los porteños (rodeados de cuatro paredes durante la mayor parte del ocio) surgen los procesos cognitivos indicados para crear una relación con uno mismo que lleva a el desarrollo de la escritura. A mi me pasó, yo comencé a escribir, cada vez mas, gracias a que me sentí prisionero en mi propia casa durante el invierno del 2011. Comencé a tener mas diálogos conmigo mismo, comencé a crear personajes, comencé a entrevistarme a mi mismo. Esto ya lo hacia antes pero acá se a intensificado. Y así también entendí mucho mas esos libros argentinos que son tan aclamados a nivel mundial y curiosamente la mayoría (de los que he leído) se desarrollan puertas afuera, ya que el autor es el único que comprende que la soledad de un departamento puede ser el mejor lugar para bien venir a la inspiración pero es de los lugares mas tétricos para desarrollar una historia. El aislamiento es el gran motivador del ser humano, es el que hace que la gente salga a trabajar, a vivir en constante provecho de el día y de las oportunidades.


Todo esto esta lleno de contradicciones, no se si a propósito, pero así se ha ido completando esta crónica. Pero pienso que viví lleno de contradicciones todo este tiempo y esta ciudad esta llena de discordancias, por lo que hace que mi oscilante manera de relatar esto sea aun mas explícita.